Reflexiones y noticias sobre la aplicación de la Filosofía a los diversos contextos ciudadanos del siglo XXI: desde las consultas filosóficas a la filosofía en la cárcel

viernes, 5 de diciembre de 2008

Baltasar Gracián: la prudencia en la Filosofía Aplicada


El profesor José Ordóñez García, intensamente comprometido con el ámbito de la Filosofía Aplicada dentro y fuera de la universidad, comenzó su reflexión exponiendo su sorpresa por el enorme interés que Baltasar Gracián estaba despertando en la empresa y la ciudadanía estadounidense y anglosajona: ¿cómo es posible que un mundo tan pragmatista como el norteamericano, indicaba el ponente, se interese por un clásico del pensamiento español? Inmediatamente llegaba una posible respuesta: la lectura del Oráculo Manual se puede entender como un catálogo de conductas correctas y, por ende, una obra análoga a las obras de autoayuda tan extendidas en aquellos contextos geográficos.
Sin embargo, Gracián es mucho más. Ordóñez cifra su interés para la Filosofía Aplicada en tres puntos: su escepticismo, la idea de prudencia y el arte de elegir.

Es llamativo que en un jesuita que nació con el siglo XVII se aferre a una primera idea escéptica, algo opuesto a la reflexión religiosa del medio y el momento histórico de Gracián. Esto, lejos de restarle valor, aumenta su interés para el filósofo, moscardón criticista por excelencia. El escepticismo fragua las bases para una máxima graciana: nadie aprende sino a partir de la propia experiencia. Idea nodal que quiebra la el uso angloparlante que se le da a su obra en los últimos tiempos. Además, impulsa al lector de Gracián a plantearse una segunda cuestión: ¿cómo actuar si la experiencia del otro sirve de poco a mi propio aprendizaje? La idea de prudencia dará el marco formal de la respuesta.
Inicialmente, Gracián se aferra a un pensamiento pesimista y una concepción específica de la prudencia:
(1) El mundo no es como debería ser y nunca (o difícilmente) llegará a serlo.
(2) El sujeto prudente es aquel que, artificialmente, no se amolda a lo que es sino que intenta construir artificialmente algo que lo transforme.

De la primera aseveración, se produce una postura determinada: el mundo es el enemigo. Esta reflexión concierta con ciertas filosofías (platonismo) y ciertas concepciones de la fe (catolicismo del Siglo de Oro español).
De la segunda aseveración, se infiere la primera paradoja graciana. La prudencia se corresponde con un deber específico. Ese deber ser se distancia de lo que el sujeto “naturalmente” es. Ahora bien, ¿realmente será posible conseguirlo una vez leída la primera aseveración? Si ser prudente es un “deber ser” y ese deber ser sólo con mucha dificultad se plasmará en el mundo, ¿cómo conseguirlo? Obviamente, la vía de la prudencia se sitúa en un “impasse”. La propuesta de la lectura de Ordóñez es que habría que ser imprudentes.
La imprudencia en la acción ha de ser entendida en este marco. La imprudencia es la actitud de aceptar el ser tal cual es y no intentar imponerle una segunda naturaleza (con pocas posibilidades de darse y que nos columbraría al fracaso). En una palabra, “adaptarse a la ocasión”. Así lo indica Gracián en el Oráculo Manual.

Adaptarse a la ocasión. Dirigir, pensar, todo debe ser oportuno. Hay que decidirse cuando se puede, pues la ocasión no espera a nadie. En la vida no hay que servirse de generalidades, a no ser por virtud. La voluntad no tiene leyes precisas: el agua que hoy se rechaza mañana se beberá (…). El sabio conoce bien dónde está el prundente norte: en adaptarse a la ocasión[1]

Ni que decir tiene que hemos dejado una cuestión abierta: ¿por qué es tan complicado alcanzar el deber ser? Porque la pasión es inherente al hombre y éste siempre ha de contar con ella? El deber ser tironea a un lado opuesto a la misma, pero no por ello fenece el esfuerzo de la pasión.
Comprendido esto, encontramos un medio para vencer la pasión, asumiendo su inmortalidad dentro del cuerpo humano: dejarla actuar pero evitar que domine. No podemos fusilar la pasión, no obstante, podemos controlar la respuesta que demos ante ella, es decir, podemos resemantizarla.
En este punto, establecía Ordóñez un caso de consulta. Una mujer de cuarenta años que se separa y decide que quiere desarrollarse, por vez primera en su vida vitalmente. Para ello, decide que se quiere dedicar a la pintura. El conflicto surge cuando se apercibe que tiene una hija y también desea “ser madre”. Tenemos aquí un conflicto entre dos pasiones, que en este caso serían incompatibles. La solución no viene de la eliminación del ser, de las pasiones, porque como vimos eso es imposible. De hecho, el intento de eliminar una de las dos sólo produce sufrimiento (el generado por la pasión mutilada). Si cambiamos la dinámica del deber ser por el ser, el filósofo aplicado debería fomentar una resemantización que fomentase el ser, esto es, la integración de las dos pasiones y su aceptación en un nuevo marco significativo. Por ejemplo, como se propuso en la sala, que la madre enseñe a pintar a la hija.
El último tema fue apenas sugerido por Ordóñez: ¿en qué consiste el arte de elegir? Para Gracián, elegir siginifica “elegir el objeto bueno”. Ese objeto bueno no conduce a un idealismo generalizador sino que se ha de especificar para cada sujeto. Ahora bien, ese “objeto bueno”, se pregunta Ordóñez, es lo que me satisface o lo prudente, es decir, lo que frena mi pasión. La enorme paradoja es que si la elección depende de la prudencia (de lo mejor y no de las pasiones) no seríamos nosotros quien eligiríamos sino que un ente (podríamos llamarlo lo más razonable) haría que todos eligiésemos lo mismo. En caso contrario, se apunta por una postura imprudente, pero, a la vez, sería la del ser, la de la pasión que nos constituye.
[1] GRACIÁN, B.: Oráculo Manual 288, Temas de Hoy, Madrid 1993. Págs. 164-165. Edición de José Ignacio Díez Fernández.


(Resumen de intervención del profesor José Ordoñez realizada por José Barrientos Rastrojo)

3 comentarios:

Juan José Garrido Periñán dijo...

Hola Pepe, debo decirte que fue muy interesante la charla, sobretodo es un placer, desmedido para mí, que se intente atisbar "campos vitales"susceptible de aplicación existencial en la especulación filófica. Espero acudir a mas charlas de este orden. Un abrazo
PD: Soy el chico que era alumno de Pepe Ordonez

José Barrientos Rastrojo dijo...

Gracias Juan José.

Estamos preparando la siguiente sesión, la de José Luis Mora. Te incluyo en el mailing de envíos. El profesor Mora ya me ha hecho llegar algunos textos bastantes sugerentes. Será a las 11 de la mañana el día 15 de diciembre. Si puedes, pásate.

Un saludo,
Pepe Barrientos (barrientos@us.es)

Juan José Garrido Periñán dijo...

Muy bien, intentaré acudir. Este es mi correo:j.jgarridoperinan@hotmail.es